01/19/15

Molécula de mujer

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Sylvia Syvel©

Mujer, ¿te has cuestionado qué somos? Somos una unidad en medio de un todo; y a la vez, somos un ente formado por millones de unidades capaces de conformar lo que somos.

En nuestra alma vive la ilusión del mañana por traernos un nuevo despertar, mientras nuestras huellas plasman el camino que vamos forjando para alcanzar nuestras metas. ¿Ves cómo somos soñadoras y estrategas?

OJONuestra piel absorbe lociones que transpiran aromas; en nuestros ojos cabalgan jinetes de colores – sombras de luz en párpados coquetos. Nuestras piernas se cruzan con singular delicadeza; y entre sinuosas seducciones, podemos entreabrirlas con tal de obtener una varonil respuesta. Por ende, somos el valor de la feminidad.

Giramos en torno a un sol, orbitamos alrededor de ese Ser superior que necesitamos más que al oxígeno para transitar la tierra. Por eso… somos fe.Sylvia Syvel©

En nuestra mirada se divisan aires de grandeza y parajes por habitar. No dudes jamás que somos aventura, pasión y horizontes alcanzados. No titubees, somos la esencia del progreso.

En nuestro vientre se une la pasión y desbordamos vidas que laten, que viven sus propios destinos y nacen a la luz de un nuevo comenzar. Así es como somos… madres.

Nuestro caminar habita entre tacones de terciopelo que entonan el ritmo de nuestras caderas y el camino que nos lleva a reconocer de dónde venimos sin importar hacia dónde vamos. Por lo tanto, somos familia.

Nuestro corazón alberga un infinito amor por nuestras íntimas amigas – esos seres de luz que caminan a nuestro lado infundiendo en nuestro ser sus propias unidades de alegría o dolor que por ser suyas, hacemos nuestras. Contempla cómo somos la palabra amor y el concepto amistad.

Mujer, somos un conjunto de moléculas que vibran al unísono sin dejar cada una de llevar en sí su propia constitución. Somos la piel que adolece de caricias, los labios carmesí que besan en silencio, las manos que pintadas al viento se visten con prendas que hablan por nosotras. Somos los sueños que dormitan en nuestro pecho, la ansia que vive desnuda entre las sábanas, la mirada coqueta que seduce un intelecto. Somos cada molécula de mujer que vibra en nuestro interior; y en cada molécula viven, millones de átomos con pasiones secretas.

 

©2015 Sylvia Syvel Batista

www.sylviabatista.com

JAPON

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11/26/14

Carta a Dios

La fluidez de un diálogo revestido de palabras

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Dios mío, ¿cómo estás? Esta madrugada desperté un poco más temprano de lo usual; y te pensé. Cavilé con nostalgia; no fue un sentimiento voraz de una desesperación despotricada por necesitar recurrir a ti. Verás, estaba en silencio… ese silencio que te obsequia el alba, cuando todas las almas que te rodean permanecen aún arropadas de profundidad. Y en medio de tanta calma, me conquistaste el pensamiento.

Sentí un fulminante deseo por sentarme a tu lado, preguntarte por tu sentir, tus anhelos… ansiaba escucharte.

No me era necesario pedirte algún milagro para mi vida ni algún infalible rezo se Nina 1arremolinaba en mi conciencia solicitando ayuda para alguien más. Mi deseo era simple y llanamente platicar contigo.

Esa sed perspicaz que nos invade los sentidos cuando ansiamos saber de alguien a quien amamos. Ese torbellino que nos inquieta las aguas del pensamiento como río bravío que solo encuentra calma desembocando en la inmensidad del ancho mar. ¡Eso fue lo que sentí! Entonces comprendí – en términos terrenales – cuánto había madurado este amor.

Comprendo que eres infinito, pero me invade una profunda ansia por saberte bien.

FullSizeRender¿Tú piensas en el destino, Dios mío? ¿Reposas bajo la sombra de algún cedro en algún atardecer? ¿Lees algún libro? Tales interrogantes solo podrían delatar una ignorancia crasa de mi parte, lo reconozco… pero asumo que el motivo recae en comprender que hubo un tiempo en que te visualizaba tan lejano, asentado en un cielo que no me pertenecía; y ahora te siento tan cerca y vivo que sé que permaneces a mi lado, recorres mis letras y conversamos a diario.

Tengo tanto que decirte, tanto que contarte; pero en esta ocasión, solo ansío saber: ¿cómo estás, Dios mío? ¿Necesitas algo? Mis palabras y mis días te pertenecen; y allí, en mi espacio, en ese rincón que conoces donde nos sentamos tú y yo, te estaré esperando por si quieres hablar.

Te amo,

Sylvia Syvel

 

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